Por Nicolo Gligo

Ecología de la economía

Ecología de la economía

En las últimas décadas la economía ha invadido todas las actividades de las personas. Esta disciplina penetra, rige, decide, profundiza todo tipo de manifestaciones. La economía está obviamente en el manejo económico y financiero desde el nivel más macro hasta el nivel más micro. Se arroga y reemplaza el ámbito político, aparentando aplicar ciencia económica a todo tipo de decisiones. Se disfraza de objetiva para insertarse en los poderes dominantes y aplicar la ideología que la utiliza. Se desdobla hacia la cultura erigiéndose como árbitro de la asignación de recursos para fomentarla. Cuantifica el valor de la vida humana al penetrar el campo de las decisiones sobre la salud. Incluso dirige los sentimientos al tratar de valorizar gustos, afinidades, odios y amores.

Es que en un mundo de antivalores, de egoísmos, de deshumanización, de aislamiento, se hace necesario tener un instrumento que permita mantenerlo y consolidarlo dándole un tinte científico, técnico, cuantificado y aparentemente objetivo. Y ese rol lo cumple en la época actual esta economía de manipulación. Es obvio que este rol no puede generalizarse a todos los ámbitos. El sentido de estas palabras va orientado a hacer hincapié en cómo se utiliza la economía instrumentalmente, más allá de los serios y reales aportes que pueda hacer esta disciplina en el manejo económico global, en la asignación de recursos, en la gestión de las empresas e incluso en las actividades de las personas.

Esta seudo economía o economía traumática para cumplir sus roles necesita imperiosamente aparecer como una disciplina cerrada, autorreferente y autoalimentada. En este contexto, esta disciplina siempre tiene una respuesta para enfrentar un problema, y, obviamente, siempre da soluciones. Si no hay mercado, lo simula. Si algo no tiene precio, se construye un sofisticado método para dárselo, aunque sea mediante una burda aproximación. Todo se define en función de la economía y por la economía. De esta forma permea todas las actividades de la sociedad sometiendo a otras disciplinas dentro de sus propias leyes y paradigmas.

Científicos de diversos ámbitos hacen esfuerzos para ajustarse a las reglas establecidas por las trampas económicas, tratando de someterse a ellas. Generalmente fracasan pues sus niveles de abstracción y sus ámbitos son diferentes. No obstante al constatar estos fracasos, los esfuerzos se dirigen a impregnarse del lenguaje de esta economía para poder entender a la "disciplina reina". Estas tácticas no hacen sino acrecentar su poderío imperial, pues siempre los que exploran esta vía están en clara desventaja derivada del menor y a veces nulo conocimiento que poseen de ella.

En el ámbito de las ciencias ambientales la situación es patética. En algunos casos, los que frecuentan las ciencias naturales hacen un esfuerzo epistemológico para aproximar una suerte de interciencia, que normalmente fracasa por lo absolutamente diferentes de leyes, ámbitos, niveles y categorías. Del fracasado esfuerzo intercientífico se pasa al esfuerzo por ubicar a su ciencia en el paraguas de la economía, creándose nexos de dependencia y de sometimiento que lo único que consiguen es atrofiar sus aportes e hipertrofiar los planteamientos económicos.

El uso inadecuado de la disciplina de la economía y los errores frecuentes que conlleva su abuso han generado rechazos y han canalizado las reflexiones hacia la búsqueda de concepto de interciencia e interdisciplina que sean novedosos y diferentes.

La discusión se ha centrado en la necesidad de romper de alguna manera los nexos de dependencia rescatando los conflictos que nacen del sometimiento de otras ciencias y disciplinas a la "disciplina reina".

Los mayores conflictos se crean al sobrepasar la economía los límites físicos y ecológicos y el orden que impone la naturaleza. Es corriente constatar políticas públicas desacertadas, decisiones equivocadas y errores en el uso de recursos naturales cuando se imponen criterios económicos y muchas veces economicistas por sobre las leyes de las ciencias naturales.

Ello ha llevado a plantear que, previo a utilizar a la disciplina económica se necesita respetar el marco regulador de la naturaleza. Por esa razón que se hace necesario instituir una rama de disciplinas derivadas de las ciencias naturales que regulen, limiten y ordenen a la disciplina económica estableciéndole un marco de comportamiento que por ningún motivo podría ser alterado ni desconocido. Desarrollando leyes, normas, sistemas de análisis, etc. se debería concluir en una rama disciplinaria previa al estudio de la economía que podría nominarse como Ecología de la Economía.

Esta Ecología de la Economía entonces serviría para el destronamiento de la “disciplina reina”, lo que obviamente evitaría la dependencia de las ciencias y disciplinas naturales que hasta ahora se ha producido.

Pero lo más importante es que la Ecología de la Economía permitiría previamente definir y ordenar la vocación del territorio sobre la base de la disponibilidad de bienes de la naturaleza y la disposición cultural a la transformación de estos en recursos naturales. Impediría la manipulación económica mediante el subterfugio del uso de sistemas evaluadores de dudosa rigurosidad. Impondría patrones de comportamiento que relacionan armónicamente la sociedad con su entorno condicionando a éstos las decisiones y la asignación de los recursos. Permitiría ir construyendo agrosistemas y urbosistemas sobre la base de la máxima potenciación de sus integrantes y de sus interacciones en un marco de sustentabilidad ambiental y social.

Los errores y desaciertos de la "disciplina reina", la necesidad de ponerle riendas a la desbocada carrera para incrementar su utilización y su manipulación, incitan a reflexionar sobre el desafío de construir la rama disciplinaria de Ecología de la Economía.

Las opiniones vertidas en esta columna son de responsabilidad de su(s) autor(es) y no necesariamente representan al Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile.