Por Claudia Heiss

¿Ciudadanía sin responsabilidad?

¿Ciudadanía sin responsabilidad?

Las ciudadanas y ciudadanos de Chile han inscrito ya más de 12 mil Encuentros Locales Auto-convocados en la plataforma www.unaconstitucionparachile.cl para conversar sobre cuatro categorías de contenidos que debería tener una constitución elaborada en democracia.

Principios y valores, derechos, deberes y responsabilidades e instituciones. El sitio web ofrece un listado de referencia para cada una de estas categorías destinado a orientar la discusión. Cuando se compara el listado propuesto en dos de los capítulos se constata un hecho sobresaliente: a quienes elaboraron esta pauta se les ocurrieron 44 derechos y sólo 12 deberes y responsabilidades.

Es cierto que el documento no pretende ser más que una guía para el debate, sin embargo refleja una realidad evidente para cualquiera. En Chile entendemos la ciudadanía mucho más como la posibilidad de exigir el cumplimiento de derechos que como el deber de cumplir con determinadas responsabilidades hacia nuestros compatriotas.

Queremos tener derecho a votar, pero no que se nos obligue a concurrir a las urnas.

Queremos acceso equitativo a vivienda, salud, educación, pero no queremos pagar los impuestos que se requieren para ampliar la cobertura y calidad de los servicios públicos.

Queremos que nos defiendan si hay peligro de guerra, pero no hacer el servicio militar.

El libro La ciudadanía y sus límites (Editorial Universitaria 2016), recién publicado por el profesor del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile Jaime Fierro, se propone desafiar esa concepción de ciudadanía valiéndose de una amplia batería de argumentos de pensadores políticos desde la antigüedad clásica a la teoría política contemporánea.

El énfasis liberal en derechos y no en responsabilidades, sostiene el autor, conduce a una versión empobrecida de la ciudadanía. En esa concepción, ser libre consiste en que cada uno pueda perseguir su interés individual. Entonces sólo la propiedad privada puede generar un vínculo movilizador, y nadie tendría el menor interés por cautelar aquello que es de todos.

Fierro identifica tres dimensiones de la idea de ciudadanía: derechos y responsabilidades, participación política e identidad como sentido de pertenencia con la comunidad. El fenómeno de la globalización, argumenta, ha llevado a una reconfiguración de las identidades nacionales; sin embargo estas tres dimensiones siguen presentes hoy en todos los países.

El libro analiza en profundidad la propuesta de una “ciudadanía cosmopolita” que supere las fronteras del Estado nacional, pero concluye que aquellos principios capaces de generar un vínculo entre todos los seres humanos no bastan para producir el sentido de obligación y responsabilidad que exige una concepción solidaria de la ciudadanía.

Tenemos, es verdad, una obligación moral hacia todos los seres humanos, que deriva de constatar nuestra común humanidad. A cualquier persona se debe el respeto a su dignidad y la protección de sus derechos fundamentales. Pero, ¿no es una exigencia mayor la que tenemos hacia los demás miembros de nuestra propia comunidad política, incluidas sus futuras generaciones? El trabajo de Jaime Fierro afirma que junto a las obligaciones generales derivadas de ser humano, la ciudadanía crea ciertas obligaciones "especiales" hacia los conciudadanos.

En otras palabras, no es nuestra responsabilidad directa garantizar que los habitantes de Argentina tengan acceso a pensiones, salud o educación, pero sí lo es velar por que otros en Chile puedan acceder a estos derechos. Se trata de una división moralmente arbitraria.

Ser ciudadano chileno obliga hacia otros chilenos no porque éstos sean mejores que los argentinos, sino por el fortuito hecho de pertenecer a una misma comunidad política. Los derechos humanos son entonces, fundamentalmente distintos de los derechos ciudadanos que se dan sólo en el seno de una determinada comunidad política.

Si esta noción de ciudadanía como responsabilidad hacia la comunidad invita, por ejemplo, a marchar en demanda de mejor educación, ella implica al mismo tiempo el cuidado de la infraestructura pública de la ciudad. Es un contrasentido declararse ciudadano comprometido al protestar y al mismo tiempo destruir basureros y alumbrados que sirven a todos.

Con sólidos argumentos del pensamiento político, La ciudadanía y sus límites muestra que las responsabilidades y obligaciones son parte esencial de pertenecer a una comunidad política, y sólo pueden tener sentido cuando nos sentimos directamente vinculados a esa comunidad. Una ciudadanía no responsable va, finalmente, en contra de la idea misma de ciudadanía. Es de esperar que la nueva constitución refleje, como se propone en este texto, un mejor balance entre derechos y responsabilidades.

Claudia Heiss es académica del Instituto de Asuntos Públicos.

Columna publicada el 18 de junio de 2016 en Blogs de Cooperativa.

Las opiniones vertidas en esta columna son de responsabilidad de su(s) autor(es) y no necesariamente representan al Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile.

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